sábado, 24 de octubre de 2015




EL PRINCIPIO MARIANO


«En el alba del nuevo milenio vislumbramos con alegría la presencia de ese "perfil mariano" de la Iglesia, que sintetiza el contenido más profundo de la renovación conciliar». Con estas palabras Juan Pablo II subrayó la importancia y la actualidad de la dimensión mariana de la Iglesia, que constituye uno de los "signos de nuestro tiempo".
El principio mariano, es un aspecto de la vida eclesial que continúa y actualiza el «sí» de María a Dios, y que se manifiesta sobre todo en la santidad del amor y en la vida evangélica del creyente. Se trata de una dimensión que, al lado del principio «petrino» como fuerza que unifica, está presente desde siempre en la Iglesia.
Es verdad que de modo particular el pontificado de Juan Pablo II, ha contribuido notablemente a la aparición del perfil mariano de la Iglesia.
En efecto, la figura y el papel de María están constantemente presentes en la enseñanza y en la doctrina de Juan Pablo II, como para poner de manifiesto hasta que punto el perfil mariano es parte integrante del carisma de Pedro, mas aún, hasta que punto lo precede. No por casualidad ha puesto a María al frente de todas las acciones de su pontificado dedicándole el escudo pontificio con el lema «Totus tuus».
Es significativa la alocución dirigida por el Papa, en 1987, a los cardenales y a los prelados de la Curia Romana, en la que les dice: «María precede a todos los demás y, obviamente, al mismo Pedro y a los apóstoles (...). Como bien ha dicho un teólogo contemporáneo, "María es reina de los apóstoles,sin pretender para sí los poderes apostólicos. Ella tiene algo distinto y superior" (...). La Iglesia vive de este auténtico "perfil mariano", de esta "dimensión mariana" (...). El vínculo (entre el perfil mariano y el petrino) es estrecho, profundo y complementario, aunque el primero (el mariano) es anterior (al petrino) tanto en el designio de Dios cuanto en el tiempo; y es más alto y preeminente, más rico en implicaciones personales y comunitarias».
Partiendo del evangelio, algunos teólogos hacen notar que Jesús, en su vida, se rodeo de una «constelación» humana compuesta por María, por Pedro, por los apóstoles, por las hermanas de Betania, etc. Todos representan las distintas misiones de la Iglesia, que se perpetúan en su camino histórico, ya que «Cristo Resucitado, que quiere estar presente en su Iglesia todos los días hasta el fin de los tiempos, no puede ser aislado de la "constelación" de su vida histórica».
El cometido, la función de cada una de estas personas es fundante tanto en la edificación como en la ampliación de la Iglesia. Pedro, por ejemplo, representa el «ministerio», Juan el «amor», Pablo la «novedad» y la libertad en el Espíritu, Santiago la «tradición» y la fidelidad a la misma.
El papel de María, su dimensión eclesial, no está junto a las otras, sino que las abarca a todas, es omnicomprensiva. María es prototipo de la Iglesia, modelo suyo, desde el comienzo de su misión, es decir, desde el acontecimiento de la encarnación, en la que, con su «fiat», no solo recibe de Dios la maternidad respecto a su Hijo, sino también respecto a toda su obra.
Recorriendo una a una las etapas de la vida de Maria, se evidencia el alcance eclesial de esta incondicional disponibilidad suya a todo nuevo requerimiento de Dios.
En su «sí» María se convierte en la forma plasmadora de la Iglesia, en lugar de encuentro entre Dios y el hombre. Su «sí» no es solo una respuesta individual, sino que contiene una dimensión colectiva de apertura por parte de todo el género humano en relación con Dios.
Por consiguiente, la misión personal de María se extiende a toda la Iglesia y abarca todas las misiones eclesiales. Es Ella el punto de encuentro entre las distintas dimensiones de la Iglesia. En esta óptica se comprende en qué sentido hay una «inhabitación» mutua de María en la Iglesia y de la Iglesia en María.
La unidad de la Iglesia se funda en la misión de María y en la misión de Pedro, que se prolongan a lo largo de la historia. Esta interrelación hunde sus raíces en la comunión trinitaria de Dios. La Iglesia, que tiene por modelo a la Trinidad, se realiza en torno a María y a Pedro.
El principio petrino representa su «santidad objetiva» (el aspecto jerárquico, institucional); el principio mariano, su «santidad subjetiva» (es decir, el aspecto carismático). Ambos son coextensivos con la Iglesia, ambos tienen un único punto de convergencia en el Espíritu Santo, y se mueven en la reciprocidad, el uno hacia el otro, para ser la única Iglesia de Cristo. «En el reino del amor reciproco que es la Iglesia -dice el teólogo von Baltasar- todo está en constante movimiento entre estos dos principios».
Sin embargo, el principio mariano antecede al petrino: por ser, como hemos visto, omnicomprensivo de los otros cuatro principios eclesiales, el ministerio, el amor, la tradición, la novedad, garantiza la unidad entre todos.
Si quisiéramos expresarlo con una imagen, tendríamos que pensar en un círculo que rodea y abarca a todos los demás.
Son numerosas las resonancias que tiene en la vida de la Iglesia la función de María así comprendida: Ella es el modelo para la vida del cristiano; es el prototipo que puede contemplar la mujer para encontrar el lugar que le corresponde en la Iglesia; es el «estilo» de los movimientos eclesiales, que desempeñan su misma función de cohesión, mostrando la unidad en la vida de la Iglesia.
María es, además, el camino que conduce al ecumenismo y al dialogo interreligioso, es la que puede hacer que el cristianismo supere el riesgo imperceptible de volverse inhumano y que la Iglesia supere el riesgo de volverse funcionalista, sin alma.
Para concluir, únicamente menciono que las ideas básicas citadas en el presente artículo, fueron extraídas del libro “El principio mariano en la eclesiología de Hans von Baltasar”, estudio cuyo autor es el sacerdote irlandés Brendan Leahy, en el que presenta sugerencias para de reflexión sobre este principio en la vida de la Iglesia, y pretende abrir nuevos horizontes a una eclesiología, que encuentra en María su rostro más auténtico.

martes, 20 de octubre de 2015

CELEBRACIÓN DE LA PALABRA 5%






CELEBRACIONES EN AUSENCIA DEL PRESBÍTERO


Las celebraciones en espera del presbítero deben hacerse siguiendo las indicaciones del párroco.

Debe avisarse expresamente que el que dirige la celebración lo hace por encargo del párroco.

Hay que ocuparse de que la gente no confunda esta celebración con la Misa.

El ministro

Si hay un diácono, le corresponde presidir. Ocupará la sede presidencial, hará los saludos y dará la bendición.

Cuando presida un laico, deberá actuar como uno entre iguales: ocupará un lugar en el presbiterio (no la sede), y no hará los saludos ni dará la bendición (sino que pedirá la bendición de Dios sobre toda la asamblea).

El que preside la celebración debe conocer bien lo que le corresponde hacer. Puede usar el Misal (pero no dice el Prefacio, ni la Plegaria Eucarística, ni el rito de las ofrendas).

Los servicios estarán distribuidos entre distintas personas (lectores, cantores, guía, encargados de preparar el lugar).


DESARROLLO DE LA CELEBRACIÓN

Ritos iniciales

Mientras la asamblea canta, el que preside se ubica en su lugar (sin besar el altar), hace la señal de la cruz y saluda a los presentes.
Puede hacer una breve monición inicial, en la que se aclare que esa celebración no es eucarística.

Se realiza el acto penitencial (del Misal u otro).
Dice "Oremos" y hace un momento de silencio. Luego dice la oración colecta (sin extender las manos).

Liturgia de la Palabra

Las moniciones, las lecturas, el Salmo responsorial y el Aleluia se proclaman y cantan como de costumbre.

El que preside proclama el Evangelio. (Si es laico no hace el saludo inicial ni besa el libro).

Si preside un diácono, hace la homilía. Si es un laico, puede leer la homilía escrita por el sacerdote, o los comentarios de las hojas o libros, o puede usar sus propias palabras si el párroco así se lo ha indicado.

Es una buena ocasión para que entre varios hagan comentarios a las lecturas.
Luego se hace un momento de silencio.

A continuación se podría realizar algún signo especial, de acuerdo con las lecturas escuchadas.

Se recita el Credo.

Luego se hace la oración de los fieles, según lo acostumbrado. Conviene que se pida por la vocaciones sacerdotales.

Acción de gracias

No se hace el rito de las ofrendas, sino una acción de gracias (en la que no deben leerse ni el Prefacio ni la Plegaria Eucarística).
Puede ser un salmo de acción de gracias o alabanza (S. 99, 102, 135, 137, 150) o un himno (Gloria, Magnificat...) o una letanía.
Se hace de pie, y el que preside no mira hacia la asamblea sino al altar.
(Esta acción de gracias puede hacerse luego de la comunión, o puede ser reemplazada por un acto de adoración a la Eucaristía, antes del Padrenuestro).

Rito de la comunión.

Se extiende el corporal sobre el altar y se trae el copón (el que preside hace una genuflexión).

Si no se ha hecho la acción de gracias en su momento, todos se arrodillan para hacer un acto de adoración (que puede ser un himno eucarístico, un salmo, o una letanía dirigida a Cristo).
Luego, de pie, el que preside invita a rezar o cantar el Padrenuestro.
Y después puede invitar a todos a darse el saludo de Paz.

Luego abre el copón, hace una genuflexión y muestra una hostia diciendo "Este es el Cordero de Dios..." y todos responden "Señor, no soy digno..."

Y puede comulgar diciendo en voz baja "El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna".
Luego distribuye la comunión a los presentes, del modo acostumbrado, mientras se canta un canto de comunión.

Al terminar, vuelve al altar y guarda el copón de la forma habitual.

Si no se hizo la acción de gracias en su momento, puede hacerse ahora.

Siempre conviene guardar unos momentos de silencio.

Luego, de pie, invita a rezar y dice la oración después de la comunión correspondiente a ese domingo.

Despedida

Se dan los avisos de la manera acostumbrada. Si hay colecta de dinero, se avisa que se hará al terminar.
Este sería un buen momento para cantar un canto a la Virgen.

Si preside un diácono, saluda a la asamblea y da la bendición.
Si es un laico, pide la bendición de Dios sobre todos y luego se santigua diciendo, por ejemplo, "El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna".
Luego hace una reverencia al altar y se retira.


Bibliografía recomendada:
El acólito y el ministro extraord. de la comunión - Secr. Nac. de Liturgia (España) - Ed. PPC - 1992
Ministerios de laicos - J. Aldazábal - Dossiers CPL - Barcelona, 1990
Revista Phase nº 158 (p.113 Marini), nº 168 (p.469 Tena)
Cuadernos Phase nº 30 (p.33), nº 60
Para vivir la Liturgia - J. Lebon - Ed. Verbo Divino - Estella, 1992
Introducción General del Misal Romano

Este artículo originalmente fue confeccionado en base a la bibliogafía recomendada y a la experiencia de los autores, para uso de la Escuela de Servicios y Ministerios de la Diócesis de Viedma (Argentina).





ACTIVIDAD 2. 20% INVESTIGAR DE FORMA INDIVIDUAL. EN ESTE TEMA SE APLICARA EL MÉTODO DE DEBATE DIRIGIDO


TODOS DEBEN INVESTIGAR SE REQUIEREN 4 POSITIVOS PARA TENER 20%

 ESTE SE REALIZA DE LA SIGUIENTE MANERA: 

Desarrollo: El Director hace una breve introducción para encuadrar el tema, dar instrucciones generales y ubicar al grupo mentalmente en el debate. 

Formula la primera pregunta e invita a participar. El director prestará atención no sólo al desarrollo del contenido que se debate, sino también a las actitudes de los miembros y detalles del desarrollo del proceso de grupo. 

Distribuirá convenientemente el uso de la palabra alentando a los tímidos o remisos. 

Observará las posibles inhibiciones o dificultades que se presenten, y si lo cree conveniente para la marcha del debate las hará manifiestas al grupo. 

El director no debe "entrar" en el debate del tema; su función es de conducir, guiar, estimular. Podrá sugerir, aportar elementos de información, esclarecer confusiones y contradicciones, pero sin comprometerse en los puntos de vista. Mantendrá siempre una actitud cordial, serena y segura que servirá de apoyo sobre todo en eventuales momentos de acaloramiento de quienes sí están intelectual y emocionalmente entregados a la discusión. 

Admitirá todas las opiniones, pues ninguno debe sentirse rechazado, burlado o menospreciado. Su función es la de conducir al grupo hacia ideas correctas y valiosas. Antes de dar por terminado el debate debe llegarse a alguna conclusión o a un cierto acuerdo sobre todo lo discutido. No puede cortarse el debate sin más ni más, sin antes resumir las argumentaciones y extraer lo positivo de las diversas aportaciones. En colaboración con el grupo, el director hará pues una síntesis que en ciertos casos podrá ser registrada por todos .

DE MANERA INDIVIDUAL INVESTIGAR PARA REALIZAR LA DISCUSIÓN: 

1. Concepto de liturgia. Buscar autores: Mario Righetti. Documentos, tomar en cuenta: Sacrosanctum Concilium, Catecismo De La Iglesia Católica, , Mediator Dei, Concilio plenario de Venezuela. 

Naturaleza de la liturgia: actualización de la obra de la salvación y el culto de la Iglesia unida a Cristo Sacerdote. 

Dimensión simbólica de la liturgia La vida cristiana como culto a Dios 

 2. La palabra de Dios y el símbolo en la liturgia.

 3. El laico como animador litúrgico.



lunes, 19 de octubre de 2015

LITURGIA, VIDA DE LA IGLESIA: Estimados estudiantes, bienvenidos al módulo: TEOL...

LITURGIA, VIDA DE LA IGLESIA: Estimados estudiantes, bienvenidos al módulo: TEOL...: Estimados estudiantes, bienvenidos al módulo:  TEOLOGÍA LITÚRGICA. BIENVENIDOS. Que el estudio de la liturgia sea un espacio para...

1. actividad, introducción VALOR 10%

1 ENCUENTRO: INTRODUCCION:
Objetivo: Valorar la relación de la DSI con la liturgia.
La actividad se realizará utilizando el método de la mesa técnica:

Definición: Técnica de dinámica de grupos en que un grupo de especialistas (entre tres y seis) en un tema que tienen puntos de vista divergentes o contradictorios sobre un mismo tema -coordinados por un moderador- llevan a cabo una discusión ante un grupo.

Tema a discutir en clases: LITURGIA Y DSI. CELEBRAR
1er grupo

La liturgia y el fundamento teológico de la DSI

Como leemos en las páginas finales del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI 577) “La fe en Dios y en Jesucristo ilumina los principios morales que son “el único e insustituible fundamento de estable tranquilidad en que se apoya el orden interno y externo de la vida privada y pública, que es el único que puede engendrar y salvaguardar la prosperidad de los Estados”. La vida social se debe ajustar al designio divino: “La dimensión teológica se hace necesaria para interpretar y resolver los actuales problemas de la convivencia humana”.
En el mismo sentido, el papa Benedicto XVI en su Carta apostólica  Porta fidei (PF 14) nos enseña que “es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Precisamente es en la liturgia donde Dios revela por medio de la Palabra y los signos salvíficos lo que el es en la historia de la salvación que se actualiza en el culto cristiano. En el orden sencillo y solemne del año litúrgico se nos revela el designio de amor de Dios  hacia la humanidad y su acción liberadora a favor de Israel, la cercanía gratuita de Dios y el principio de la creación y la acción gratuita de Dios. En este momento final de dicha historia tenemos a Jesucristo, en quien se cumple el designio de amor del Padre y se revela el misterio de amor trinitario que es el origen y la meta de la persona humana. En los sacramentos se ofrece y aplica este misterio de amor haciendo de gentes de todo origen unas nuevas criaturas en la Iglesia, con un destino que asume y trasciende las realidades sociales (CDSI 20-59). En toda experiencia religiosa auténtica y sobremanera en la liturgia cristiana, por tanto, se revelan como elementos importantes, tanto la dimensión del don y de la gratuidad, captada como algo que subyace a la experiencia que la persona humana hace de su existir junto con los demás en el mundo, como las repercusiones de esta dimensión sobre la conciencia del hombre, que se siente interpelado a administrar convivial y responsablemente el don recibido (Cf. CDSI 20).
La persona humana y su completo desarrollo individual y social es el centro de interés de la Doctrina Social de la Iglesia, y el “principio sacramental” de la liturgia se basa en una concepción del hombre que tiene en cuenta tesis fundamentales de dicha Doctrina como son la unidad de la persona humana, abierta a la trascendencia, única e irrepetible, dotada de libertad y dignidad, llamada a vivir en sociedad (Cf. CDSI 124-151). En efecto, contra todo dualismo y gnosticismo, la liturgia cristiana, desde el bautismo a las exequias, se sirve de signos sensibles y consagra al ser humano íntegro en cuerpo y alma, para la Iglesia como cuerpo de Cristo y la vida eterna. En cada paso de la iniciación cristiana y los demás sacramentos, el hombre es tratado como un ser libre, que responde a Dios a través del diálogo, las opciones y requerimientos que se le presentan, de modo que no está atado por la generación carnal ni por una coacción social.


Grupo II

2. La fuente de la energía de la DSI y la liturgia
La actividad social del cristiano tiene como específico el que se intenta cooperar con la voluntad de Dios expresada en su Palabra y en la persona y obra de Jesucristo y ello con la conciencia de que esto sólo es posible si se cuenta con la ayuda de la gracia, en primer lugar de las virtudes infusas de la fe, esperanza y caridad, recibidas en la iniciación cristiana y, en cada momento con el auxilio de las gracias actuales y las mociones del Espíritu Santo.
Pero no podemos quedarnos con una idea de la gracia como una ayuda exterior, porque se trata sobe todo del fruto de la incorporación a Cristo, de la vida en Cristo, con el cual todo lo podemos, y esa vida nace y se mantiene en la liturgia. Como repite Benedicto XVI citando al Vaticano II:

“Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza» ([1]). Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” ([2]) (PF 9).
No basta con conocer a Cristo y su doctrina, de amarlo e imitarlo; lo anterior está al alcance de los no cristianos, que pueden trabajar en la misma dirección de los discípulos de Cristo ya que él mismo dijo: “El que no está contra nosotros está  a favor nuestro” (Mc 9,40); el cristiano parte de su existencia injertada en Cristo. Como proclama el CDSI en su conclusión:
“No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros! No se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (CDSI 577).

La Iglesia es signo y salvaguardia de la trascendencia de la persona humana, cuya dignidad es el fundamento personalista de la Doctrina Social de la Iglesia. Por ello, cuando la comunidad cristiana responde a la convocatoria de Dios y se reúne en asamblea litúrgica, siente su identidad en la historia de la salvación, sin que el destino final de la eternidad la arranque de esta historia de los hombres en la que avanza como el Señor, haciendo el bien y curando a las víctimas del pecado del mundo. La liturgia de la Iglesia es la misma que la del cielo, porque tiene un mismo protagonista, que es el Señor resucitado; en ella no solo leemos la Palabra de Dios como en un documento santo, sino que es el mismo Señor quien nos habla. El “vosotros” y el “hermanos” se refieren a los presentes más que a los galileos o los coríntios. La gracia regeneradora y consagrante de los sacramentos nos hace ser sacramentos de Cristo en el mundo: palabra y signo, y la experiencia comunitaria llama a una comunión social que debería ir más allá de un acuerdo de conveniencias. De este modo, leemos en el CDSI que : “A la identidad y misión de la Iglesia en el mundo, según el proyecto de Dios realizado en Cristo, corresponde” una finalidad escatológica y de salvación. Escátológica quiere decir que el sentido del hombre y el mundo tienen el cumplimiento de su destino en Dios. “Con la predicación del Evangelio, la gracia de los sacramentos y la experiencia de la comunión fraterna, la Iglesia” cura y eleva la dignidad de la persona, consolida la firmeza de la sociedad y concede a la actividad diaria de la humanidad un sentido y una significación mucho más profundos.([3])


GRUPO III

3. La educación en los valores de la DSI en la liturgia
En el cap. IV, 160 del CDSI encontramos los principios de la doctrina social de la iglesia, que van junto con también los valores de la verdad, la libertad y la justicia por los que hay que trabajar y comprometerse. “Los principios permanentes de la doctrina social de la Iglesia  constituyen los verdaderos y propios puntos de apoyo de la enseñanza social católica: se trata del principio de la dignidad de la persona humana —ya tratado en el capítulo precedente— en el que cualquier otro principio y contenido de la doctrina social encuentra fundamento, del bien común, de la subsidiaridad y de la solidaridad. Estos principios, expresión de la verdad íntegra sobre el hombre conocida a través de la razón y de la fe, brotan « del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias —comprendidas en el Mandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la Justicia— con los problemas que surgen en la vida de la sociedad ». La Iglesia, en el curso de la historia y a la luz del Espíritu, reflexionando sabiamente sobre la propia tradición de fe, ha podido dar a tales principios una fundación y configuración cada vez más exactas, clarificándolos progresivamente, en el esfuerzo de responder con coherencia a las exigencias de los tiempos y a los continuos desarrollos de la vida social”.

Por ello, cuando en la liturgia se vive real y sacramentalmente en Cristo, como miembros diversificados y solidarios de su cuerpo, adquieren su significado y unidad el principio del bien común con sus aplicaciones principales, como son la responsabilidad de todos por el bien común, las tareas de la comunidad política, el destino universal de los bienes y la opción preferencial por los pobres.
La liturgia cristiana educa en el principio de subsidiaridad y de la participación, porque en ella el elemento jerárquico no debe apropiarse de lo que pueden hacer tanto la asamblea en su conjunto como los ministerios y funciones que deben ser asumidas por los laicos, es la “regla de oro” del “todo y solo” que vale para todos los que presiden y participan en la liturgia.([4])
Lo mismo ocurre con el principio de solidaridad, cuyo significado y valor va más allá de la solidaridad como principio social y como virtud moral o como un valor inscrito en la especie humana, sino que este valor, que impulsa el crecimiento común de los hombres , recibe un sentido superior en la vida y la palabra de Jesucristo. Verdaderamente, en la liturgia están los valores fundamentales de la vida social, que son como la materia que se transforma en la “vía de la caridad”. La experiencia de gratuidad y la desproporción entre la gracia y los méritos personales. La grandeza del perdón que viene del sacrificio de Cristo y la tremenda fuerza de sus palabras: “Tomad, comed y bebed, Esto es mi cuerpo y mi sangre, sacrificados para la remisión de los pecados”, junto con la realidad de la comunión, lleva a transfigurar la “solidaridad” en “caridad”, del mismo modo que la bendición-consagración de los esposos, con la invocación del Espíritu Santo, transforma su amor humano, bueno y hermoso en sí mismo, en sacramento del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
En esta síntesis de la fe y la vida no caben dualismos. El cristiano no debe separar su espiritualidad del compromiso social cotidiano. Es una espiritualidad que rehuye tanto el espiritualismo intimista como el activismo social y sabe expresarse en una síntesis vital que confiere unidad, significado y esperanza a la existencia, por tantas y diversas razones contradictoria y fragmentada y, para ello: La síntesis entre fe y vida requiere un camino regulado sabiamente por los elementos que caracterizan el itinerario cristiano: la adhesión a la Palabra de Dios; la celebración litúrgica del misterio cristiano; la oración personal; la experiencia eclesial auténtica, enriquecida por el particular servicio formativo de prudentes guías espirituales; el ejercicio de las virtudes sociales y el perseverante compromiso de formación cultural y profesional. (CDSI 546)

GRUPO 4

4. Los fundamentos y valores de la DSI en los textos litúrgicos
La liturgia católica, renovada tras el Concilio Vaticano II, ha incorporado a sus textos una mayor inquietud social, reflejo de la DSI anterior y de los grandes documentos conciliares, en especial de la Constitución Pastoral Gaudium et spes. Lo encontramos en primer lugar en los formularios para ocasiones especiales, donde la Palabra de Dios y la oración de la Iglesia se centran en temas como la familia, la patria y sus gobernantes, la paz, la justicia, la reconciliación, la santificación del trabajo humano, la concordia; y también en la oración preferente a favor de los “pobres” de toda clase, como los que padecen hambre, los prófugos y exiliados, los cautivos y encarcelados, los enfermos y moribundos, así como los afectados por catástrofes naturales o la guerra, ([5]) para que “un amor puro y generoso nos impulse a promover el progreso de los pueblos y a realizar, en la caridad, las exigencias de la justicia “ y ello como fruto de la comunión eucarística. ([6])
Era frecuente en las oraciones del anterior Misal Romano encontrar oraciones que impulsaban a los fieles a “terrena despicere et amare coelestia”, despreciar las cosas de este mundo y amar las del cielo; esta tendencia dualista y espiritualista ha cambiado en expresiones como que de tal modo aprendamos a valorar los bienes de la tierra que no perdamos los del cielo, o que “de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos” y también: “para que disfrutemos de tus beneficios en la tierra y crezca nuestro conocimiento de los bienes del cielo”. ([7]) 

En la oración de la mañana, los Laudes, aparece con frecuencia una petición para que el trabajo de cada día lleve a una más perfecta justicia y hermandad entre los hombres.
5. Conclusión
Hemos podido recordar cómo la liturgia de la Iglesia incorpora los principalestemas de la DSI y que ello lo hace tanto por medio de su misma estructura teológica como a través de un interés específico, incrementado en los textos recientes, cuyo conocimiento y utilización podrían mejorarse. Como concluye el CDSI, el programa de acción social de la Iglesia “es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva. Se centra, en definitiva, en Cristo mismo, al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste” (577).
Todo lo dicho anteriormente se resume magníficamente en la oración colecta de la misa por el progreso de los pueblos: “Oh Dios, que diste un origen idéntico a todos los pueblos y quisiste formar con ellos una sola familia en tu amor, llena los corazones del fuego de tu caridad y suscita en todos los hombres el deseo de un progreso justo y fraternal, para que, con los bienes que generosamente repartes entre todos, se realice cada uno como persona humana y, suprimida toda discriminación, reinen en el mundo la igualdad y la justicia”.
Tiempo de 9:30 am a 10am

Terminada la discusión los alumnos realizaran un mapa conceptual que expondrán para poner en común lo discutido.
ejemplo:

El mapa conceptual es una técnica usada para la representación gráfica del conocimiento. Un mapa conceptual es una red de conceptos. En la red, los nodos representan los conceptos, y los enlaces representan las relaciones entre los conceptos. 10am a 10y30


Exposición de 11am a 12 y 00m

Cierre con presentación de video.


Recursos:

Material guía, papel bond, tirro, marcadores, video bean, video

Programa




COORDINACIÓN DEL PROGRAMA NACIONAL DE EXTENSIÓN ACADÉMICA
INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES JUAN PABLO II
DIPLOMADO EN TEOLOGÍA BÁSICA
CURSO: TEOLOGÍA LITÚRGICA
FACILITADOR: Lic. A. TOMÁS SALCEDO G.



OBJETIVO DEL CURSO:
Analizar el acceso al misterio de la liturgia cristiana como acción de la Iglesia en la historia, especialmente en el conocimiento de la celebración litúrgica.


CONTENIDO

1. Introducción.

2. La naturaleza de la liturgia. La Palabra de Dios y el símbolo en la liturgia.

3. La celebración del misterio. El misterio pascual.

4. La santificación del tiempo. El año litúrgico, el domingo, el culto a la
Virgen María y a los santos.

5. La liturgia de las horas.

6. La liturgia en la vida de la Iglesia.


FECHA DE INICIO: 24/10/2015
FECHA DE CULMINACIÓN: 28/11/2015

Estimados estudiantes, bienvenidos al módulo: 
TEOLOGÍA LITÚRGICA.

BIENVENIDOS.

Que el estudio de la liturgia sea un espacio para comprender y valorar el Misterio de Dios.
La Liturgia es expresión de la fe eclesial y transmisora de dicha fe a través de las personas, acciones, gestos, usos, tiempos y lugares se realiza y hace presente la acción salvífica de Cristo y de su Iglesia. guarda estrecha relación con la espiritualidad, la acción pastoral y el ordenamiento jurídico e institucional de la Iglesia.





De la belleza de lo litúrgico, que no es puro adorno y gusto por los trapos, sino presencia de la gloria de nuestro Dios resplandeciente en su pueblo vivo y consolado. Papa francisco